Pablo Simón
Licenciado y doctorado en Ciencias Políticas, Pablo Simón (Arnedo, 1985) es profesor visitante en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus líneas de investigación destacan la política comparada, los sistemas electorales y de partidos, el comportamiento electoral, la participación política de los jóvenes o las descentralización política y fiscal; que a su vez ha dado a conocer en su libro El Príncipe Moderno (Debate, 2018) y en congresos de comunicación y divulgación científica como Trivulgando.
En paralelo, escribe para diferentes medios como El País, elDiario.es o Jot Down; y participa en programas de la Sexta, Movistar+ o Cadena Ser, haciendo del cine una herramienta para transmitir su mensaje.
Francis Ford Coppola, 1974
La adaptación de la novela de Mario Puzo es una obra maestra que muestra de manera descarnada los entresijos del poder, casi de una manera shakesperiana. El reparto es magistral, pero además muestra el maravilloso paralelismo entre el padre y el hijo, entre el crimen fundacional de la dinastía y el ocaso del que supone la muerte de un hermano. Es casi mejor que la primera del Padrino (que ya es excelente) precisamente por el juego de espejos entre las dos tramas. Muestra de maravilla unos modos de hacer en los que la corrupción, la intriga y la muerte están generalizados. Acción, reflexión, personajes de profundidad… La verdad es que es una obra maestra del cine.
Andrew Niccol, 1997
Esta película es una estupenda muestra de las estratificaciones sociales ligadas al “nacimiento”, por lo que es un tema tan viejo como el mundo. Al mismo tiempo todo está jalonado del trasfondo de la voluntad de ser astronauta, es decir, el deseo de trascender en cualquier sociedad. En el fondo, Gattaca termina mostrando una colisión entre el principio meritocrático y el del orden social. Se trata, de hecho, de una distopía transhumanista en toda regla donde nuestro código genético hace que ocupemos uno u otro lugar en la sociedad, por lo que también subyace una reflexión a fondo sobre bioética humana.
Ridley Scott, 1982
Película de Ridley Scott de culto, es tan maravillosa como el libro en el que está inspirado ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Estética y música se mezclan en un espectáculo para los sentidos. Desde luego ha habido muchas versiones y a veces confunden más la trama final de lo que procede, pero en la original al menos la idea es clara: el recurso a una especie de humanos inferiores modificados genéticamente para servirnos. Ha sido precursora del ciberpunk y las ideas, de nuevo, de una sociedad en la que seres vivos no son sino mera mercancía. La continuación reciente no le va a la saga al introducir, además, el tema del papel del propio origen y la descendencia.
Peter Jackson, 2001, 2002 y 2003
Es una maravilla de trilogía, no se puede decir de otra manera. Se trata de una adaptación fiel al espíritu del libro original,de impresionante trabajo artístico, visual y musical, con lo que consigue hacer visible el mundo fantástico imaginado por Tolkien. Los dilemas que se plantean en la trilogía son claros; el equilibrio con la naturaleza, el control de la tentación, nuestra relación con el poder, la amistad y la camaradería en tiempos duros. Sin duda las películas han ayudado a muchas generaciones a entrar de lleno en el mundo de la fantasía, así que solo por eso bienvenida sea. Sobre El Hobbit mejor cubrir un tupido velo.
Lilly Wachowski y Lana Wachowski, 1999
Una película impresionante de gran carga filosófica: ¿Qué es lo real? ¿Cómo la certidumbre de lo que sentimos es el mundo? ¿Qué papel juegan las profecías auto cumplidas? En el fondo, aunque en las siguientes películas la trama pierden algo de interés, la original sabe combinar de manera excelente la acción con la reflexión enmarcado en un universo atrayente. Los humanos convertidos, sin saberlo, en meras fuentes de energía para el sistema... Hay infinitos coloquios y libros de filosofía sobre la cuestión, lo que desde luego justifica con crecer que esta película pase a la historia de los clásicos del cine.
Quentin Tarantino, 2002 y 2003
Se podrían seleccionar muchas películas de Quentin Tarantino, pero esta (vol. 1 y 2) es una de las mejores. Acción descarnada con una trama que gira en torno a una sangrienta y absurda venganza. Es maravilloso como marida los estilos de western y anime con música en ese estilo tan exquisito del director. Las dos películas son muy dinámicas, muy trepidantes y sin demasiadas complicaciones, pero dejando escenas memorables para la historia del cine. Reconozco cierta devoción por la escena en la que Uma Thurman y Lucy Liu cuando cruzan espadas.
Hayao Miyazaki, 1997
De nuevo, podría elegir cualquier película de Studio Ghibli, de las escritas y dirigidas por Hayao Miyazaki. De todas me voy a quedar con la princesa Mononoke porque ilustra muy bien las complicadas relaciones del ser humano con la naturaleza. El progreso depredador frente al sostenible, el librarse de una maldición, el amor en sentido amplio y la persecución del poder por parte de la humanidad se entremezclan en esta obra. Todos estos temas son muy recurrentes en las películas de Miyazaki, desde las más dulces (Mi vecino Totoro) a las más copletas (El Viaje de Chihiro). Con todo, en Mononoke los temas antes apuntados se conectan de manera deliciosa tanto artística como visualmente, así que merece ser la recomendada con creces.
Lee Unkrich y Adrián Molina, 2017
Enfrentarse con la muerte nunca es algo sencillo para nadie aunque sabemos que, por desgracia, es inevitable. Los estudios de Pixar llevan un tiempo haciendo más películas para adultos que para niños y Coco es una buena muestra. Tocando la fibra (es inevitable llorar en algún momento), hace una genial apelación a la idea de que todo cuanto dejamos en la tierra son los recuerdos que dejamos en los demás. La película tiene una bonita banda sonora, está muy bien hecha, y sabe tratar el asunto de fondo sin frivolidad.
Spike Jonze, 2013
Otro tema universal: ¿Qué es el amor? Si existirá un programa de inteligencia artificial que nos hiciera sentir únicos y especiales, ¿podríamos enamorarnos? ¿Se puede amar a una ilusión? Desde luego esta película toca un montón de debates de fondo, incluyendo nuestra relación con las redes sociales, algo que nos ha convertido ya en individuos dislocados, para los cuales lo digital también realidad. En una sociedad futura en la que, además, la soledad es una dinámica que va in crescendo, este tipo de debates se hace más que necesarios. Pese a todo, seguimos necesitando que nos quieran.
Edward Zwick, 1998
Una vez más, el cine anticipa el futuro: ¿Hasta qué punto se puede renunciar a nuestras libertades a cambio de seguridad? Todavía no se habían producido los atentados de las Torres Gemelas y esta película ya pone la lucha contra el terrorismo en el ojo del huracán. En el contexto de la pandemia muchas de estas reflexiones son perfectamente extrapolables. Con un buen reparto y con una mezcla de reflexión y acción, la película sigue estando de plena actualidad.
