Monday, October 26, 2020

Hoy en día, es habitual escuchar la idea de que orientar la educación hacia la adquisición de conocimientos ya no es importante, porque todo está a nuestro alcance en Internet. Quienes defienden esta postura suelen añadir que lo importante realmente es aprender a resolver problemas, desarrollar el pensamiento crítico y fomentar la creatividad.

Sin embargo, si nos remitimos a lo que la ciencia ha averiguado sobre cómo se desarrollan este tipo de habilidades tan deseables, enseguida nos damos cuenta de que tales sugerencias son completamente contradictorias: el desarrollo de la creatividad, la resolución de problemas y el análisis crítico, entre otras habilidades, depende fundamentalmente de la adquisición de conocimientos.

Ahora bien, estos conocimientos deben ser significativos, es decir, deben estar bien conectados entre ellos y organizados alrededor de grandes ideas, lo que implica que estén dotados de comprensión y sean transferibles a nuevas situaciones. En otras palabras, deben ser «conocimientos profundos».

Los conocimientos profundos son precisamente los que marcan la diferencia entre personas expertas y  principiantes en cualquier campo del saber. Pero alguien experto no destaca solamente por tener más conocimientos, sino por el hecho de que gracias a ellos puede percibir, interpretar, organizar y emplear la información que recibe de una forma muy distinta a como lo hacen quienes no los tienen. Esto se traduce en una enorme ventaja para aprender, razonar, crear soluciones y resolver problemas en su disciplina, así como en una mayor capacidad para transferir sus conocimientos y habilidades a otras áreas de conocimiento o de su vida personal y profesional.

En primer lugar, las personas expertas pueden detectar patrones que las principiantes no pueden percibir. Esto se debe a que las expertas han integrado conjuntos de datos e ideas en unidades mayores que para ellas tienen significado. Por ejemplo, cuando se proporcionan cinco segundos a expertos y novatos ajedrecistas para echar un vistazo a un tablero de ajedrez en juego, los expertos son capaces de recordar las posiciones de todas las figuras, mientras que los principiantes apenas pueden recordar unas ocho.

Esto es así porque los expertos no ven tantas figuras y posiciones como hay en el tablero, sino que perciben los patrones que estas forman y solo deben recordar esas pocas combinaciones que, para ellos, tienen sentido. De hecho, esto solo ocurre si la situación del tablero corresponde a una partida real. Si las fichas se distribuyen al azar, los expertos no son capaces de recordar más fichas en su posición que los principiantes. El experto reconoce patrones con sentido. Pero veamos un ejemplo en una disciplina en la que cualquiera que lea este texto tiene experiencia: la lectura. Le ruego que observe la siguiente secuencia de letras y trate de leerlas:

N R A S I O D U I O – R E A H P I S I O R T – E O R T R E T M O

Como experto lector, es evidente que habrá reconocido las letras y habrá podido decodificarlas y convertirlas en sonidos en su mente. Pero su capacidad para reconocer otros patrones probablemente habrá terminado ahí. Sin embargo, observe ahora las mismas letras ordenadas de otra manera:

D I N O S A U R I O – P R E H I S T O R I A – T E R R E M O T O

En esta ocasión, habrá reconocido instantáneamente el patrón que existe en el orden de las letras, el cual da lugar a otras unidades que tienen significado para el experto lector: las palabras. El conocimiento profundo de estas palabras y de su representación gráfica permite que alguien con experiencia en la lectura las identifique de inmediato, mediante un proceso automático y que no conlleva esfuerzo aparente. En cambio, quien empieza a leer no cuenta aún con estos conocimientos profundos y necesita decodificar las letras una a una, de manera consciente, para llegar a identificar la palabra completa. Esto no solo le resulta costoso, sino que además monopoliza su atención, por lo que en el caso de textos más largos, apenas le permite entender lo que está leyendo.

Precisamente, la riqueza y organización de los conocimientos previos de los expertos también los hace más eficaces a la hora de razonar sobre problemas o situaciones relacionadas con su disciplina. Esto es así porque la memoria de trabajo, la facultad que determina la cantidad de información a la que podemos prestar atención y manipular mentalmente en cada momento, es muy limitada, pero funciona de forma más eficaz cuando contamos con conocimientos bien conectados y organizados acerca de aquello sobre lo que pensamos. Digamos que estos conocimientos «ocupan» menos espacio en ella y dejan margen para incluir otros elementos y operar con todos ellos a la vez.

Además, las personas expertas acceden a sus conocimientos con fluidez y pueden emplearlos casi sin realizar esfuerzo cognitivo. El caso más extremo se da cuando alcanzan la automaticidad en determinadas tareas, lo cual les permite realizarlas sin necesidad de prestarles atención. Es precisamente lo que sucede cuando podemos decodificar las palabras de un texto escrito tan solo con mirarlas, sin ni siquiera tener la intención de hacerlo. Volviendo al ejemplo del ajedrez, ante una situación dada del tablero, los expertos reducen automáticamente los posibles movimientos a unas pocas opciones, las de mayor calidad, y deciden de una forma que les resulta casi intuitiva, pero que realmente bebe de sus conocimientos previos.

En cuanto a la resolución de problemas, aunque existen estrategias generales, estas no son tan efectivas como las estrategias propias de cada área, que se fundamentan también en unos conocimientos profundos. De hecho, las primeras se llaman «métodos blandos» y las segundas, «métodos fuertes», precisamente en referencia a su eficacia.

Así, cuando se trata de abordar problemas, las personas expertas, se apoyan en sus conocimientos, conectados y organizados alrededor de grandes conceptos, para trascender el aspecto superficial de la situación problema e identificar los principios fundamentales que la subyacen. Esta capacidad de abstracción explica la mayor capacidad de los expertos para transferir sus conocimientos a situaciones totalmente nuevas. De hecho, los expertos cuentan con conocimientos que les ayudan a determinar cuándo es aplicable lo que saben y cuándo no. Sin estos conocimientos, el principiante ni siquiera sabe por dónde empezar o qué información necesitará para resolver el problema que tiene delante.

En cuanto a la capacidad de análisis crítico, aunque sin duda es posible enseñar actitudes de pensamiento crítico al alumnado, resulta difícil llevarlas a la práctica si no disponen de los conocimientos profundos que les permitan contrastar la información que reciben. De nuevo, para poder tener una actitud crítica ante nueva información, es importante contar con los conocimientos que nos permitan interpretarla adecuadamente, así como valorar la coherencia y la consistencia de los datos que proporciona.

En relación a la creatividad, solo hace falta observar los trabajos de John Hayes sobre la productividad de los grandes compositores musicales de la historia para apreciar que apenas ninguno de ellos creó obras maestras con menos de diez años de preparación. La creatividad es la habilidad de generar soluciones nuevas a partir de combinar conocimientos existentes de una forma distinta. Aunque es famosa la frase «la imaginación es más importante que el conocimiento», lo cierto es que sin conocimiento no puede haber imaginación.

Además de estas habilidades tan importantes, tampoco podemos olvidar que otras tan elementales como la comprensión lectora también dependen íntimamente de los conocimientos. De hecho, las evidencias reflejan que tras el requerimiento esencial que representa aprender a decodificar los símbolos escritos en sonidos del habla (y adquirir la automatización en este aspecto), el factor más importante para el desarrollo de la comprensión lectora son los conocimientos de quien lee.

Estos conocimientos no son solamente esenciales porque permiten comprender un mayor vocabulario, sino sobre todo porque permiten hacer inferencias. Los textos, en especial los literarios, no siempre proporcionan explícitamente toda la información sobre lo que narran, sino que con frecuencia se apoyan en los conocimientos del lector para elidir detalles y resultar más ágiles de leer. De ahí que resulte fundamental tener esos conocimientos para no perder el hilo.

En definitiva, si bien Internet es un hito cultural sin igual para nuestra especie, como lo fue la escritura y posteriormente la imprenta, esto no significa que podamos delegarle los conocimientos que necesitamos para realizar tareas cognitivas superiores. Si los conocimientos no están en nuestro cerebro, no podremos desarrollar las habilidades superiores de las que tanto se habla.  En fin, pregúntese si se dejaría aconsejar u operar por un médico que tuviera que mirarlo todo en Internet.

En la era de Google, ¿sigue siendo importante adquirir conocimientos?
5 de noviembre de 2020

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Autor/a/es/as: 
Héctor Ruiz Martín
Héctor Ruiz Martín
Héctor Ruiz Martín

Director de la International Science Teaching Foundation e investigador en psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje en contextos educativos. Desde 2002, ha fundado y desarrollado varios proyectos educativos para contribuir a mejorar la educación K-12 empoderando a maestros y estudiantes con recursos y metodologías basadas en la evidencia científica. Ha sido asesor educativo de varias escuelas, organizaciones y gobiernos de Europa, Asia y América, y es autor de los libros “¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza” (Editorial Graó, 2020) y “Conoce tu cerebro para aprender a aprender” (ISTF, 2020). Su trabajo se centra en tender puentes entre la investigación científica sobre cómo las personas aprenden y la práctica educativa.

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